Se pueden tener muchos datos, e incluso haberlos analizado, pero si no se toman buenas decisiones para aprender, no servirán de nada las horas dedicadas. Las decisiones que sirven para aprender son las que toman los propios aprendices en interacción con compañeros y con personas adultas, porque sólo ellos mismos pueden corregirse para superar las dificultades. Y las decisiones que sirven para cualificar tienen sentido si posibilitan comprobar lo aprendido.
Para hacerlo hay que tener presente que:
- Para aprender, no se regulan los resultados de una tarea, sino algunas ideas o procedimientos que se han activado al realizarla, las acciones aplicadas, o incluso los sentimientos que nos han generado su realización.
- Las propuestas deben concretar qué cambiar del pensamiento, de la acción, de las maneras de expresarse o de las emociones, cómo cambiarlo y porqué esta decisión puede ser idónea. Las decisiones las debe tomar el propio alumno (con la ayuda de adultos y de compañeros), ya que es el único que puede corregirse.
- Los errores, obstáculos o dificultades se regularán uno a uno. Cuando hay muchos no se puede pensar en superar todos a la vez. Por lo tanto, hay que priorizar, empezando por las dificultades más básicas.

La carpeta de aprendizajes o portafolios es el instrumento más idóneo para explicitar la toma de decisiones (y, de hecho, todo el proceso de evaluación, ya que también debería recoger los datos y su análisis). Pero también hay otros: contratos didácticos y propuestas explicitadas en actividades de coevaluación, entre otros.