Las señales precursoras de las erupciones son el hinchamiento del terreno y los movimientos sísmicos. La monitorización de las erupciones volcánicas permite predecir las erupciones de los volcanes y gestionar la situación de emergencia volcánica.
Un tema primordial en la mitigación de los riesgos es la ocupación y el uso del territorio expuesto al riesgo. En el caso de las inundaciones está muy claro que no se puede urbanizar en las zonas inundables y este principio también debe aplicarse a las zonas con importante riesgo de erupción volcánica. Viendo que se puede predecir la erupción y saber por dónde avanzarán las coladas habrá que recordar en el futuro no ocupar las zonas expuestas a un alto riesgo de erupción volcánica.
Las cenizas volcánicas y los gases que expulsan a los volcanes pueden tener impacto en la salud de las personas, por eso se recomienda el uso de gafas, mascarilla y en momentos determinados quedarse en las casas. El polvo volcánico también es una amenaza para los aviones, su poder abrasivo puede estropear los motores. En el caso de La Palma, la emisión de cenizas del volcán también ha afectado a la observación astronómica. En el observatorio del Roque de los Muchachos existen numerosos telescopios que han parado su actividad para preservar las lentes y espejos.
En las islas volcánicas activas (como la de La Palma) la sociedad ha aprendido a convivir con el riesgo volcánico atento a sus signos de dinamismo. Las autoridades priorizan evitar pérdidas personales y asumen cierta inevitabilidad de pérdidas materiales, compensables.
A pesar de todo, los volcanes también provocan efectos beneficiosos, como el hecho de que la tierra donde se haya depositado la ceniza ganará en fertilidad debido a las sales minerales que aporta. También la tierra absorbe más el agua y la drena.
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