Al final del proceso de aprendizaje de unos determinados saberes es importante identificar el nivel de calidad alcanzado y todo lo que hay todavía por mejorar cuando tengamos necesidad de utilizarlos. Las personas necesitamos reconocer si ha valido la pena todo el esfuerzo invertido y al mismo tiempo ser autocríticos con nosotros mismos y reconocer qué es lo que aún se puede aprender. Por consiguiente, esta evaluación también tiene una finalidad fundamentalmente formativa y la puede llevar a cabo el alumnado de manera que se contraste con la del docente. En todos los casos estudiados, la media del nivel de coincidencia es de un 90%, siempre que se hayan compartido los criterios de evaluación.
Además, también puede tener una finalidad acreditativa de los aprendizajes alcanzados en función de los requerimientos administrativos fijados por la ley (que va cambiando). Normalmente esta evaluación sólo hay que hacerla a final de curso, ciclo o etapa, y los resultados del conjunto del grupo clase dependen en buena parte de cómo se haya llevado a cabo la evaluación reguladora. Hay muchas evidencias de que una buena evaluación-reguladora posibilita que muchos más alumnos lleguen a desarrollar un nivel de competencia aceptable.