A pesar de la diversidad que hay de rocas, se agrupan en tres grandes grupos según los procesos por los que han pasado: el de las ígneas, el de las sedimentarias y el de las metamórficas. Los procesos impulsados por el calor interno de la tierra son los responsables de la formación de las rocas ígneas y metamórficas, mientras que los impulsados por la energía procedente del sol y de la gravedad producen los sedimentos a partir de los cuales se forman las rocas sedimentarias.
Las rocas ígneas son las que resultan de la solidificación del magma, las rocas sedimentarias se originan a partir de procesos que tienen lugar en la superficie de la Tierra (meteorización, erosión, transporte, sedimentación y cimentación o compactación), y las rocas metamórficas (que quiere decir, cambio de forma) son las producidas por la modificación física o química de rocas sedimentarias, ígneas o de otras metamórficas preexistentes, en unas condiciones de presión y temperatura que posibilitan que no lleguen a fundirse. Todos estos cambios requieren mucho tiempo.